koi-nya logo
Cuando Koe no Katachi estrenó su película en Japón, la aclamadísima Kimi no Na wa. llevaba ya unas pocas semanas en cines, y eclipsó una obra que, en mi opinión, no merecía en absoluto menos atención que su competidora. A ambos filmes precedía el manga original de Koe no Katachi, fantástica obra de Yoshitoki Oima, que trajo a España Milky […] 2018-04-03T23:33:05+00:00 , , ,
Esta entrada contiene SPOILERS de Koe no Katachi.

Koe no Katachi: Una voz silenciosa que denuncia tabús

Cuando Koe no Katachi estrenó su película en Japón, la aclamadísima Kimi no Na wa. llevaba ya unas pocas semanas en cines, y eclipsó una obra que, en mi opinión, no merecía en absoluto menos atención que su competidora. A ambos filmes precedía el manga original de Koe no Katachi, fantástica obra de Yoshitoki Oima, que trajo a España Milky Way Ediciones. Tras más de un año de espera, Selecta Visión ha hecho lo propio con su adaptación animada, dirigida por Naoko Yamada y producida por Kyoto Animation, que se estrenó en cines hace apenas unas semanas. Y con una llegada tan reciente a nuestro país de esta versión de la historia, y considerando que tenemos disponibles ambas versiones (las dos igualmente recomendables), parece un buen momento para explorar qué hace a Koe no Katachi tan especial.

Por supuesto, el aspecto artístico y técnico de la obra ya claman su calidad a los cuatro vientos. La narrativa y los personajes son fantásticos, y tanto el dibujo de Oima como la animación de KyoAni favorecen indudablemente a ambas versiones. Sin embargo, creo que lo que hace más especial a Koe no Katachi no son estos elementos, sino la parte más profunda de su contenido, que es su reflejo y conexión directa con la realidad. Koe no Katachi presenta, como tantas otras obras de manga y anime, la vida diaria y preocupaciones de unos adolescentes japoneses, pero va mucho más allá: esta voz silenciosa grita sin tapujos tabús que la sociedad trata de esconder e ignorar, y que necesitan salir a la luz sin falta.

Discapacidad

"No puedo oír."

La presentación misma de la historia enfoca la discapacidad auditiva de Shoko como un tema central en la obra. Se considera, de hecho, un condicionamiento que no afecta solamente al personaje, sino también a la interacción de Shoko con todo su entorno. La discapacidad auditiva es un elemento que influye en la vida de Shoko a todos los niveles, desde su estructura familiar (tal y como se explica en el manga) hasta las relaciones que establece con otras personas de su edad. Incluso la obra nos presenta primero a Shoko como una niña con discapacidad y después, ya contextualizada la historia, es cuando se le permite tomar algo de identidad más allá de ese rasgo.

Cuando hablamos de discapacidad, algo que cuesta entender pero que es de hecho muy importante es que, en muchas ocasiones, es la sociedad la que invalida a la persona y la incapacita, no la discapacidad. Shoko trabaja constantemente en su intento por integrarse y obtener toda la información que necesita de su entorno para ser tratada como una más, pero la actitud de otros hacia ella es habitualmente cerrarse en banda, exigirle lo que saben que no está a su alcance o sobreprotegerla. Se la invalida, se la incapacita y se la desprecia, o bien se la trata como una persona mucho más frágil y dependiente de lo que es.

En el contexto familiar, su madre y su hermana adoptan posturas opuestas con respecto a ella. Su madre le exige más fuerza, mientras que su hermana trata de anteponerse a sus problemas para protegerla. Ambas actitudes, en principio tan distintas, tienen un punto en común: ninguna de las dos permite que sea Shoko quien tome decisiones sobre su propia vida, tan personales como qué imagen quiere dar o con quién quiere relacionarse.

En el colegio, la consideración general es que Shoko está capacitada para asistir a una clase con alumnos sin discapacidad, pero en este intento de integración acaba por ignorarse que ella sí tiene una discapacidad. Los profesores se desentienden de este hecho, con lo que acaba recayendo sobre sus compañeros la labor de ayudarla a mantener el ritmo de la clase. A unos niños a los que no se les ha dado ninguna educación sobre discapacidad se los hace responsables, de pronto, de algo que apenas consiguen entender. En consecuencia, acaban viendo a Shoko como una carga de la que no quieren hacerse responsables, en lugar de como a una compañera más. Cuando la miran, ven su discapacidad antes que a ella, y la culpan del esfuerzo que supone un proceso de integración que no tienen intención de llevar a cabo.

"Gracias."

Mientras, Shoko sigue “haciendo lo que puede”, tal y como le dice a Shoya. Trata de mantener bajo control una situación para la que todo su entorno le pone barreras, fingiendo que no le afecta todo aquello a lo que se enfrenta. Pero, por supuesto, ella es más consciente que nadie de sus capacidades y sus límites, de su fuerza y su debilidad, y trata de asumir su propia carga y de aliviar la que le imponen los demás al mismo tiempo.

La situación de Shoko es reflejo de la sociedad en la que vive. En la sociedad japonesa, una discapacidad se considera una ruptura de la armonía social, y a menudo se entiende como una carga impuesta por el individuo que tiene esa discapacidad a su entorno. Se asume como una forma de destacar en una sociedad que no perdona a aquellos que se salen de la pauta general. Se trata, pues, de un tema incómodo y estigmatizado que, como demuestra el caso de Shoko, no es fácil vivir de primera mano. De esta concepción vienen, de hecho, muchas de las barreras sociales que incapacitan a quien, en realidad, es una persona perfectamente válida.

Acoso escolar

Probablemente, el tema que sirve de motor de la historia de forma más clara es el bullying. Koe no Katachi lo trata desde su mismo origen hasta sus últimas consecuencias, incluso años después de lo ocurrido. Por eso el desarrollo e interacción de los personajes, y en particular el contexto de la clase de primaria, son tan esenciales para el desarrollo de lo que se nos cuenta. Lo interesante del bullying es que es un motivo de preocupación internacional, especialmente en entornos infantiles y juveniles. En el contexto japonés en particular, el bullying choca con el concepto de armonía social, tan importante en esta sociedad. En Japón, una sociedad colectivista, se espera que los individuos se amolden al grupo, que se aseguren de respetar la homogeneidad y se mantengan como parte de un todo unitario, sin entorpecerlo ni desequilibrarlo. Se dice en Japón que el martillo golpea el clavo que sobresale, y este pretexto, que se aplica también en edad infantil, es el que condiciona y pretende justificar los hechos que marcan el comienzo de esta historia.

Cuando se habla de un caso de bullying, en cualquier sociedad, la primera pregunta que surge es “¿por qué?” Y la respuesta siempre está relacionada con la víctima; el foco se pone en ella, como si fuera la causante, a pesar de que es en realidad receptora de una situación que otros han generado. Así, cuando comienzan los abusos a Shoko, nadie se sorprende de la situación; el ambiente es perfecto para una situación de bullying: una niña nueva, no integrada en el grupo, que además resulta diferente y extraña.

En el imaginario de Shoya, la primera comparación que aparece es la de un marciano o monstruito al que disparar desde su nave espacial. Y esto es importante porque la narración está centrada en Shoya en todo momento, pero también es muy interesante observar el conjunto del escenario, y no solamente al protagonista. La dinámica de grupo de estos niños de primaria es fácilmente trasladable a un caso real. Shoya, dispuesto a lo que sea con tal de recibir atención, se nos presenta como el cabecilla del grupo, pero es también instrumento y escondite para quienes supuestamente lo siguen, que utilizan su osadía para canalizar, en ocasiones, sus propios métodos de acoso. Cuando no lo utilizan, los sistemas de acoso de sus compañeros suelen ser más indirectos o discretos, y en caso de verse señalados, guardan algún argumento con el que escapar de posibles acusaciones. Shoya es el perfecto cabeza de turco en el momento en que ya no queda más remedio que reconocer que el problema existe, porque él mismo es el que rompe la armonía social.

En el mundo adulto, la falta de integración de Shoko o sus problemas de adaptación se pasan completamente por alto. El tutor de la clase ignora lo que sucede, a pesar de que sabe que está sucediendo, y lo reduce a tonterías de Shoya. Shoko, que podría parecer a simple vista frágil o débil, juega sus cartas como mejor puede a pesar de la soledad que la rodea. Cuando encuentra un punto de apoyo en Sahara, esta se convierte en una nueva víctima de la implacable máquina de acoso que han creado sus compañeros. El caso de Sahara, que acaba por abandonar el colegio como medida para solucionar el acoso, sigue tratándose a escondidas. De nuevo, se hace a la víctima responsable de su situación, y es quien debe tomar medidas para evitarla. Shoya es, una vez más, el único que se atreve a hablar abiertamente de la relación evidente entre la desaparición de Sahara y el acoso escolar… cargando las culpas en Shoko, la víctima principal, que tras perder a su amiga vuelve a quedar aislada.

Hasta que no entra en juego el factor económico (Shoko no deja de perder audífonos y estos son muy caros, se les dice a los niños), el tema no se trata de forma directa en la clase. Es el momento en el que la madre de Shoko denuncia por fin la situación de su hija, y el momento en que Shoya se da cuenta por primera vez de las terribles consecuencias de lo que él y sus compañeros están haciendo. Es también el momento en que su profesor declara de forma abierta, por primera vez, que está al tanto de la situación, centrado la atención en Shoya de forma instantánea para asegurarse de que la “molestia” que supone solucionar estas “cosas de críos” se acabe cuanto antes.

A simple vista, puede parecer que este momento en que, por primera vez, el tutor de la clase toma la iniciativa, está dispuesto a llegar al fondo del asunto. En la práctica, lo único que hace es dar a los compañeros de Shoya una excusa y un empujón para cargar en él todas las culpas de lo ocurrido, deshacerse del problema y poder volver a olvidarse del asunto. Del mismo modo, la forma de solucionar el problema causado para la madre de Shoko, que es, a fin de cuentas, la denunciante, es también económico: la situación se le notifica a la madre de Shoya, que queda encargada de cubrir los gastos de los audífonos perdidos. Los sentimientos o dificultades de Shoko no se mencionan en este proceso en ningún momento, y mucho menos, por supuesto, el caso de Sahara, que ha quedado ya completamente perdida en el olvido.

Cuando Shoya es señalado, la consecuencia es que él pasa a ser el objeto de bullying. Como sucede en estos casos, eso lo deja aislado del grupo. Y, por su condición de maleante, sus problemas resultan completamente invisibles para el mundo adulto, por lo que la cuestión del acoso escolar se da por zanjada. El problema es que anular a un individuo no es suficiente para acabar con un problema social. Podría pensarse que el hecho de desviar el acoso hacia Shoya podría dar algo de alivio a Shoko, pero es un pensamiento muy ingenuo. Es interesante que la reacción de Shoko al acoso de Shoya, que ha sido declarado públicamente su acosador, es protegerlo e intentar acercarse a él, como lleva haciendo desde el principio. Desde el punto de vista de Shoya, aceptar a Shoko supone, llegados a este punto, admitir que están en la misma situación, algo que, por puro orgullo, se niega a hacer. Escudándose tras palabras que pretenden ser hirientes (“No entiendo lo que dices”; “Si tienes algo que decir, dilo”), se niega a aceptarla como igual. Canaliza su frustración contra ella, responsabilizándola de la situación en la que se encuentra. En la práctica, lo que demuestra es su frustración ante algo que escapa a su control y su entendimiento. La ironía es que precisamente el hecho de encontrarse ante “lo desconocido” fue lo primero que le hizo fijarse en Shoko.

Finalmente, cuando Shoko deja también el colegio queda de manifiesto que el acoso, que supuestamente tendría que haberse detenido con la acusación pública y colectiva contra Shoya, continuaba en un formato más discreto. El propio hecho de que Shoko abandone la escuela es ya en sí mismo un símbolo de acoso, pero si quedaban dudas, las preguntas del profesor a continuación (“¿Quién estaba ayer de responsable de la clase? Nadie ha entregado el informe”; “¿Quién estaba a cargo de regar las plantas?”) dejan claro que la jerarquía de poder establecida en la clase y la violencia que esta implica no se han diluido en absoluto con las medidas tomadas por el colegio.

Ansiedad social

El motivo por el que Shoya, un niño perfectamente integrado en su entorno, queda excluido es el bullying. Sin embargo, para cuando la historia empieza con su segunda parte, ya con los personajes adolescentes, el problema de Shoya ha evolucionado y cambiado tanto de forma como de nombre. No es fácil encontrar un manga o anime que hable abiertamente del concepto de ansiedad social. Esto, ya de por sí, deja de manifiesto el estigma que este tema arrastra en la sociedad japonesa y su nula visibilidad. Pero aunque en Koe no Katachi se trate como un tema de fondo, gráfica y narrativamente su presencia en la historia es evidente. Los pensamientos intrusivos de Shoya, que se siente constantemente juzgado por sus compañeros; su manera de desviar constantemente la mirada; las cruces que tachan las caras de aquellos a los que prefiere no conocer; su miedo a la gente y al acoso que pueda sufrir si muestra cualquier vulnerabilidad… son elementos que no dejan lugar a dudas. Analizando la actitud de otros personajes y obviando la suya, resulta fácil ver lo ajenos que son todos a un problema que, aunque muy real, está solamente en la cabeza de Shoya.

La forma en que se aferra a las pocas personas que admite en su vida también da muestra del problema que lo atormenta. Está desesperado, pero se culpa de sus situación y acepta y promueve su propia exclusión por puro miedo al rechazo. Se aísla hasta el punto de no entender que hay otros como él, y acepta el rechazo como algo lógico, esperable y natural, racionalizándolo como la consecuencia de sus propias acciones, incluso cuando aquellos de quienes lo esperan no saben lo que hizo. Como se invalida a sí mismo y se convence de que lo normal es que todos lo ignoren, necesita sentir que hay una motivación externa y fácilmente justificable para sentirse con derecho a acercarse a alguien.

Que Shoya borre las caras y desoiga las identidades de aquellos que están a su alrededor no es ninguna clase de castigo a su entorno ni un acto de rebeldía, sino que muestra su sumisión y le sirve de defensa para protegerse de lo desconocido. Mantiene la distancia y evita daños que pudieran surgir al establecer relaciones. Al mismo tiempo, la falta de interacciones le permite mantener un perfil bajo y fácil de pasar por alto.

Shoya pasó su infancia tratando de llamar la atención de su entorno por todos los medios. Criado solamente por su madre, que trabajaba todo el día, sentía la necesidad de hacer ruido y atraer la atención de otros para sentirse validado e integrado. Después de que estos esfuerzos se volvieran contra él cuando superó los límites de la paciencia de los adultos y de los criterios de valoración de otros niños de su edad, se encontró con que, efectivamente, el martillo golpea el clavo que sobresale.

Así, su cambio de actitud se debe principalmente a su miedo al castigo, a verse nuevamente como el foco de las hostilidades. Este instinto de autoconservación está, por otra parte, enfrentado a una culpabilidad tan interiorizada que lo hace convencerse de que no merece vivir, de que su vida no tiene ningún sentido y de que es un ser despreciable. Como sucede muy a menudo en casos de acoso, acaba siendo la propia víctima la principal causante del hostigamiento, incluso cuando el entorno ha cambiado.

Al igual que sucede con la discapacidad, los problemas psicológicos están muy estigmatizados en Japón, y a menudo se ocultan o se ignoran para que no quede de manifiesto que el individuo tiene problemas para seguir las pautas sociales. El hecho de que Shoya llegue a hablar abiertamente de este problema resulta bastante sorprendente, ya que hasta entonces no queda del todo de manifiesto hasta qué punto es consciente de su condición. Aunque no le pone nombre, el simple hecho de que explique cómo le afectan las interacciones sociales es de por sí muy significativo. Sahara, un personaje mucho más secundario, también se presenta como una víctima de acoso que ha desarrollado dificultades sociales. Aunque el enfoque en su caso es mucho menor, sirve de refuerzo al caso de Shoya para señalar las secuelas que el maltrato social puede tener en las víctimas.

Por supuesto, Koe no Katachi cuenta con muchos más elementos dignos de análisis. Sin embargo, creo que estos tres problemas, fácilmente extrapolables a cualquier sociedad, permiten entender por qué esta obra tiene un contenido tan interesante, no solamente para la sociedad japonesa, sino desde un punto de vista internacional. Se trata, además, de tres temas que resultan particularmente incómodos para la sociedad japonesa, la primera en tener acceso a esta historia. Koe no Katachi habla de las dificultades de comunicación y entendimiento, pero también denuncia problemas que para muchos son cotidianos y que, a pesar de ello, al conjunto social le cuesta mucho afrontar.

¿Te ha gustado este artículo?

Ayúdanos a escribir muchos más apoyando a koi-nya.net en Patreon.

Twittear esta página

Sobre esta franquicia

Koe no Katachi es un manga de Yoshitoki Ooima que comenzó a modo de one-shot en 2011 para pasar a ser una serie periódica en 2013. Contará con un largometraje animado a cargo de Kyoto Animation.

Sinopsis

La historia gira en torno a Shouko, una chica sorda que, al llegar a su nuevo colegio, es despreciada por sus compañeros y, sobre todo, por Shouya, un chico que también sufrirá acoso escolar después. Años más tarde, Shouya se siente en la obligación de rencontrarse con Shouko.

Proyectos relacionados

Por favor, avísanos si encuentras un error en esta ficha (○ゝ▽・○)ヽ




Debido al alto número de intervenciones tóxicas que infringen nuestra política de moderación, la administración de koi-nya.net ha decidido cerrar la sección de comentarios de esta entrada para evitar problemas a nuestros lectores. Del mismo modo, hacemos hincapié en que todos aquellos usuarios que ignoren nuestra política de comentarios serán baneados y que volveremos a poner en marcha esta medida en todas aquellas noticias en donde no se respire un ambiente respetuoso de debate.
más nuevo más antiguo más votado
Pokesakura
Invitado

De antemano gracias por tu opinión acerca de la nula capacidad social para poder entender a una persona con alguna "capacidad diferente".

Cuando se estrenó en México, quise entender todo el contexto social japonés en el que se hizo la película, así que, investigué y saqué referencias y artículos de índole más forma para poder entender esta película.

Mis resultados los publiqué en la página de Chrunchyroll:
http://www.crunchyroll.com/forumtopic-988243/investigacion-entendiendo-el-contexto-de-koe-no-katachi-antes-de-su-estreno

hcfff
Invitado

Genial artículo